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La ciudad. Diego Jesus Jiménez. Reed. 2015. Bartleby Editores.
Pról. de Tomás Nestor Martínez. Apuntes críticos de Juan Manuel Molina Damiani.





Una relectura de este gran poemario, aparecido originalmente en 1965 y publicado en la colección de poesía Adonáis tras ganar el premio más importante por aquel entonces de la lírica española.

Encontramos de nuevo después de cincuenta años a un Diego Jesús Jiménez mejorado y ampliado por la tradición poética. La lectura que ahora se hace de Jiménez se actualiza toda vez que las premisas de un jovencísimo poeta estipulaba las bases de una poesía subterránea, con una crítica que estaba pendiente de los fastos de lo nuevo, tan necesario en los últimos diez años del franquismo, dejando de lado toda una corriente de poetas que no supieron o no quisieron alzarse con el dudoso poder de la inmortalidad editorial pero festejando en lo íntimo la profunda rebelión estética y conceptual de la oposición al régimen franquista por parte de unos poetas comprometidos con el cambio y la libertad. Hablo de poetas como Vázquez Montalbán, de José Miguel Ullán, cuyo  poemario El jornal recuerda a ciertas composiciones de Jiménez en este libro que nos ocupa; hablo también de Aníbal Núñez y su labor poética entre la crítica y el compromiso estético y social. Recuerdo también la poesía de carácter más adusto de Eladio Cabañero y sus páramos manchegos, o la obra de Sahagún o del zamorano Claudio Rodríguez con quien tanto compartió Diego Jesús Jiménez sobre todo en la composición de este libro y Alianza y condena que apareció el mismo año de 1965. O poetas "olvidados" por la crítica como Manuel Lombardo Duro o Agustín Delgado que emprendieron el mismo camino de renovación estética que Diego J. Jiménez.
Una poesía que defiende la voz pura del pueblo y que muestra ya la maestría de un joven de apenas veinte años pero con una poderosa visión del fenómeno poético, así como de su dicción y del cometido de la poesía: oralidad y estilo, un estilo además arraigado en la tradición española clásica, verso partido, encabalgado, rompiendo lo oral y rasgando el pensamiento poético, fractura estilística que defiende la tierra, lo puro, lo que se da, la semilla, lo que engendra, como la palabra en la poesía; aparece ya aquí unos de sus rasgos más significativos: la sinestesia sintáctica que hunde de nuevo sus raíces en lo clásico, en el trampantojo del barroco, como esta realidad dada y que el poeta vuelve a explicar, dotándola de un significado diferente, o con unos referentes distintos de los acostumbrados por la hegemonía cultural castellana y europea.
Poesía rompedora de un poeta esencial que Bartleby Editores vuelve a editar a los cincuenta años de su aparición en una cuidada edición filológica.

Joaquín Fabrellas Jiménez

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