29 de febrero
Joaquín Fabrellas
Perdonen que no me haya acordado de celebrar con ustedes el día de Andalucía, de no haber cantado un himno que suena a decorado falso. Un día que tiene poco o nada que celebrar mientras se olviden las cifras reales de nuestra Andalucía: la inmigración que llega a nuestras costas y que crea ciudadanos de segunda o de tercera, el paro metódico que nos asola desde hace tiempo toda vez que Andalucía no es la cacareada meca industrial que los políticos nos quieren vender, sino que es una región pobre que depende de las ayudas a la agricultura y que en especial asola a nuestra provincia, sí, la de los aceituneros altivos, esa que olvidan en Sevilla una y otra vez, esa que pierde el tren, y no es una frase hecha, es que cada vez hay menos trenes en la provincia mientras el AVE se aleja cada vez más de la entrada natural e histórica a Andalucía, Despeñaperros... Esa Andalucía oriental que desde el hispacentralismo sevillano se empeñan en enviar al ostracismo más descarado y hostil, mientras se recalca la gracia de los gaditanos, pero no su paro, el empuje de Málaga, pero no su ambición devoradora durante más de cuatro décadas de costa y parajes naturales y una ciudad que crece solo para un turismo de cabotaje, o una Almería presa en su hermosura cercada por el plástico más salvaje, o Jaén, ese Jaén que celebra las mejores mentes de su generación que se han ido fuera a vivir quizá para siempre, Jaén de espaldas al potencial que esconde bajo demasiadas suelas, y es que hemos aprendido a estar callados, a permanecer, a merced de unos políticos para los que no salen las cuentas y miran con cara de recelo a otro sitio. Esos que vendrán después a decir nuestro nombre mirándonos a la cara como si nos conocieran de algo.
No celebré el día de Andalucía porque no había nada que celebrar excepto la limosna. No dejo de pensar en una Andalucía fuera de la Unión Europea, ¿cómo sería esta tierra? , ¿sería como Noruega o como una región de Albania? O quizá como ese Magreb que tanto nos confunde según nos interese.
Me preguto qué celebrarán los números, las estadísticas frías que nos hablan del 34,2% de la población activa andaluza en paro, muy por encima de la media nacional a fecha del 28 de febrero, del día de Andalucía que todos habremos festejado metiendo las manos en los bolsillos y levantando los hombros en señal de resignación.
Joaquín Fabrellas
Perdonen que no me haya acordado de celebrar con ustedes el día de Andalucía, de no haber cantado un himno que suena a decorado falso. Un día que tiene poco o nada que celebrar mientras se olviden las cifras reales de nuestra Andalucía: la inmigración que llega a nuestras costas y que crea ciudadanos de segunda o de tercera, el paro metódico que nos asola desde hace tiempo toda vez que Andalucía no es la cacareada meca industrial que los políticos nos quieren vender, sino que es una región pobre que depende de las ayudas a la agricultura y que en especial asola a nuestra provincia, sí, la de los aceituneros altivos, esa que olvidan en Sevilla una y otra vez, esa que pierde el tren, y no es una frase hecha, es que cada vez hay menos trenes en la provincia mientras el AVE se aleja cada vez más de la entrada natural e histórica a Andalucía, Despeñaperros... Esa Andalucía oriental que desde el hispacentralismo sevillano se empeñan en enviar al ostracismo más descarado y hostil, mientras se recalca la gracia de los gaditanos, pero no su paro, el empuje de Málaga, pero no su ambición devoradora durante más de cuatro décadas de costa y parajes naturales y una ciudad que crece solo para un turismo de cabotaje, o una Almería presa en su hermosura cercada por el plástico más salvaje, o Jaén, ese Jaén que celebra las mejores mentes de su generación que se han ido fuera a vivir quizá para siempre, Jaén de espaldas al potencial que esconde bajo demasiadas suelas, y es que hemos aprendido a estar callados, a permanecer, a merced de unos políticos para los que no salen las cuentas y miran con cara de recelo a otro sitio. Esos que vendrán después a decir nuestro nombre mirándonos a la cara como si nos conocieran de algo.
No celebré el día de Andalucía porque no había nada que celebrar excepto la limosna. No dejo de pensar en una Andalucía fuera de la Unión Europea, ¿cómo sería esta tierra? , ¿sería como Noruega o como una región de Albania? O quizá como ese Magreb que tanto nos confunde según nos interese.
Me preguto qué celebrarán los números, las estadísticas frías que nos hablan del 34,2% de la población activa andaluza en paro, muy por encima de la media nacional a fecha del 28 de febrero, del día de Andalucía que todos habremos festejado metiendo las manos en los bolsillos y levantando los hombros en señal de resignación.
Comentarios
Publicar un comentario