Elecciones II
Joaquín Fabrellas, publicado en Viva Jaén el 25/2/2015
Treinta y cinco años en el poder es demasiado para un partido político, sea del signo que sea. Juega con la memoria de los ciudadanos, juega a esconderse en la maraña de la historia más reciente mediante una manipulación sostenida por los medios de comunicación enlazados con el poder de turno. Amenaza con la promesa de que viene el lobo, el lobo suele tener los colores del otro partido, el otro, que también intenta gobernar: ese hermano mellizo que acusa a papá de lo que ha hecho mal el hermano jugando con las hormigas, haciéndole sufrir al gato. Los hermanos mellizos que se visten bien cuando viene visita o van a ver a la abuela que es la que tiene el dinero y por eso se portan como los niños bien que son. Cantan canciones cogidos de la mano, como solo saben hacer los que se odian para conseguir lo que quieren.
Treinta y cinco años en el poder es una dictadura después de otra dictadura, digan lo que digan y hagan lo que hagan. La transición nunca existió, fue un traspaso inmediato de poder con una apariencia democrática. Treinta y cinco años para reescribir la historia a su gusto y el Ministerio de la Verdad,(con su permiso, querido Orwell), vendrá después a taparnos los ojos o a decir que eso no se escribió nunca, o que esa carretera jamás llegó a iniciarse. Han inventado con el tiempo, la suspensión del tiempo, la inacción sostenida en el instante, pero se defiende como la rapidez, lo moderno, lo liviano. Es el poder de treinta y cinco años.
Treinta y cinco años en el poder es pésimo para el mismo partido político, ha creado su propia libertad de expresión y ha acabado con la expresión disidente: ellos siempre llevarán la razón y los otros no, que están en su contra, y además permanecen en ese espacio del pecado que es no estar de acuerdo con ellos.
Treinta y cinco años en el poder destroza el poder mismo y el partido que lo sostiene mientras se afilan los cuchillos y se defenestran los cadáveres, sea del signo que sea y en la latitud que quieran, norte o sur, izquierda o derecha, arriba o abajo. La reflexión es la siguiente : ¿cuánto tiempo debería estar un partido en el poder? El poder es el poder y los hombres mataban por ello...
Sin darnos cuenta estamos escribiendo el texto de la manipulación impuesta desde una política de educación que convierte a la población en una masa consumista y egoísta, una población aniñada y poco reflexiva, cuya crítica de la razón pura es una pantalla enorme, es desalentador ver cómo crecen las pantallas en nuestras casas y en nuestros teléfonos día a día, que dicen cómo debe hablar, qué debe comprar y cómo vestir los días de fiesta. Todo se parece mucho a una mala versión de una democracia impuesta por un partido que lleva mucho tiempo en el poder: y es que lo que fue revolucionario se conviertió en dogma, en dictum, en religión atea, y lo que antes era revolucionario es ahora conservador, el poder de transmutación del tiempo, la letanía repetida hasta que se olvida lo que quería decir, como un padrenuestro pobre y sin música.
Se olvida el discurso porque el discurso buscaba solo el poder y se escriben renglones torcidos de la mano de la Todopoderosa Economía, la que gobierna, la que nos hace olvidar todo cuanto escribimos. Treinta y cinco años no es nada. Es más fácil señalar hacia fuera mientras escondemos nuestra limpia suciedad de democracia joven.
Como Monterrosso y su famoso dinosaurio que he oído muchas veces en boca de los políticos ignorando la crítica que hace este microcuento a los partidos que se eternizan en el poder y que todavía seguirá aquí cuando todos despertemos de este sueño único que olvidaremos como lágrimas en una lluvia patrocinada por los zahoríes del espanto.
Joaquín Fabrellas, publicado en Viva Jaén el 25/2/2015
Treinta y cinco años en el poder es demasiado para un partido político, sea del signo que sea. Juega con la memoria de los ciudadanos, juega a esconderse en la maraña de la historia más reciente mediante una manipulación sostenida por los medios de comunicación enlazados con el poder de turno. Amenaza con la promesa de que viene el lobo, el lobo suele tener los colores del otro partido, el otro, que también intenta gobernar: ese hermano mellizo que acusa a papá de lo que ha hecho mal el hermano jugando con las hormigas, haciéndole sufrir al gato. Los hermanos mellizos que se visten bien cuando viene visita o van a ver a la abuela que es la que tiene el dinero y por eso se portan como los niños bien que son. Cantan canciones cogidos de la mano, como solo saben hacer los que se odian para conseguir lo que quieren.
Treinta y cinco años en el poder es una dictadura después de otra dictadura, digan lo que digan y hagan lo que hagan. La transición nunca existió, fue un traspaso inmediato de poder con una apariencia democrática. Treinta y cinco años para reescribir la historia a su gusto y el Ministerio de la Verdad,(con su permiso, querido Orwell), vendrá después a taparnos los ojos o a decir que eso no se escribió nunca, o que esa carretera jamás llegó a iniciarse. Han inventado con el tiempo, la suspensión del tiempo, la inacción sostenida en el instante, pero se defiende como la rapidez, lo moderno, lo liviano. Es el poder de treinta y cinco años.
Treinta y cinco años en el poder es pésimo para el mismo partido político, ha creado su propia libertad de expresión y ha acabado con la expresión disidente: ellos siempre llevarán la razón y los otros no, que están en su contra, y además permanecen en ese espacio del pecado que es no estar de acuerdo con ellos.
Treinta y cinco años en el poder destroza el poder mismo y el partido que lo sostiene mientras se afilan los cuchillos y se defenestran los cadáveres, sea del signo que sea y en la latitud que quieran, norte o sur, izquierda o derecha, arriba o abajo. La reflexión es la siguiente : ¿cuánto tiempo debería estar un partido en el poder? El poder es el poder y los hombres mataban por ello...
Sin darnos cuenta estamos escribiendo el texto de la manipulación impuesta desde una política de educación que convierte a la población en una masa consumista y egoísta, una población aniñada y poco reflexiva, cuya crítica de la razón pura es una pantalla enorme, es desalentador ver cómo crecen las pantallas en nuestras casas y en nuestros teléfonos día a día, que dicen cómo debe hablar, qué debe comprar y cómo vestir los días de fiesta. Todo se parece mucho a una mala versión de una democracia impuesta por un partido que lleva mucho tiempo en el poder: y es que lo que fue revolucionario se conviertió en dogma, en dictum, en religión atea, y lo que antes era revolucionario es ahora conservador, el poder de transmutación del tiempo, la letanía repetida hasta que se olvida lo que quería decir, como un padrenuestro pobre y sin música.
Se olvida el discurso porque el discurso buscaba solo el poder y se escriben renglones torcidos de la mano de la Todopoderosa Economía, la que gobierna, la que nos hace olvidar todo cuanto escribimos. Treinta y cinco años no es nada. Es más fácil señalar hacia fuera mientras escondemos nuestra limpia suciedad de democracia joven.
Como Monterrosso y su famoso dinosaurio que he oído muchas veces en boca de los políticos ignorando la crítica que hace este microcuento a los partidos que se eternizan en el poder y que todavía seguirá aquí cuando todos despertemos de este sueño único que olvidaremos como lágrimas en una lluvia patrocinada por los zahoríes del espanto.
Comentarios
Publicar un comentario