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"El progreso", de Pedro Luis Casanova. Inédito.





 Miguel Viribay. Jaén desde mi casa, otoño. (80x100cm.)
1991-1993


El progreso






1


Y se hizo la luz sobre los capiteles.
Persistía en los cuerpos el olor de la sal.
La migraña. Los síntomas de un fuego prolongado.
Decidimos, sin más, que lo mejor
era enterrarnos a oscuras, no morir contemplándonos:
empezar por los niños,
las mujeres, los viejos, el tabaco.

Dejar tan sólo una corteza
al aire. Un culo abierto lado a lado en el jardín.
                           Para que puedan
reír reír y reír...

morirse de esta puta risa
tus alumnos.




















                                              




2


De nada sirve
caminar sin zapatos, recogernos a tiempo,
despojarse
de todo el cloroformo que destilan
los asuntos domésticos.
Al final,
bajo el esperma de los claustros
           el mercurio,
la zarpa infecta,
el veneno en las buenas intenciones y la ciega consigna
del depredador

hacen al hombre
soberano y libre.


























3


Intentar qué si nuestra carne
apura ya el monóxido
como los niños apuraban el hachís en sus cuartos cansados
y vacíos de música.




                           
























De Cuerpo Raso:


5



Levántate del libro, hurga en la física de las alcobas, ve
donde los hijos vencen sus escrúpulos,
aprenden a lamerse la hemorragia del whisky:
las babas de esquirol que ven en tu hambre
                                                                    luz
para esnifar su cielo:
oh muchachos que cantan de la mano
junto al váter y dan gracias a Dios
por el manjar del día.
                                   Levántale.
Huyan sus pies al victorioso
embuste de la risa, a esperar junto a ellos la fiesta final,
la del reparto favorable de los veredictos
entre las fábricas, los campos, los nuevos almacenes.

Esta vez todo sin violencia.
Habrá para todos. Habrá para todos.
Dijeron por los altavoces.
Quise advertiros y abrazaros.

Pero nunca importaron las sustancias de mi corazón.






Pedro Luis Casanova, (Jaén, 1978), es un poeta con dos libros publicados: La anatomía del eco, y Café. En breve, veremos publicado su último trabajo, en el que ha estado trabajando en los últimos años.
Su poesía es una muestra de calidad, de meticulosidad, de dedicación al ejercicio poético como en una especie de ejercicio gimnástico donde el alma se supera a sí misma y se desviste y se desnuda de ataduras que quedan marcadas en el lenguaje de su poesía, una poesía hecha de palabra pura,  desvestida de significados tradicionales, porque en su poesía se da el pacto silencioso entre palabra y contenido, o, el conocido como ética y estética de la poética tradicional.
Su trabajo cumple una función de denuncia ante el pacto no cumplido entre la sociedad y la realidad, lo que nos dijeron y nos creímos que pasaría, que este mundo sería más libre, más justo, más igualitario, las mentiras de la historia que los poetas de su generación nos creímos en los primeros tiempos de una transición democrática que abría los ojos tenuemente y que después de cuarenta años ha formalizado su discurso vigoroso desde la mentira. Casanova cumple ahí su parte del pacto, no el de la floritura sin gracia y sin efecto, sino el de la denuncia necesaria a este discurso que se formaliza desde el éxito de un clamoroso fracaso escondido desde las instituciones que se hicieron con el poder impunemente, y, que ahora, cumplen su cometido desde una manipulación de mal gusto, desde los medios de comunicación insertos en un mundo no esperado de consumo amnésico que elimina el sentimiento por un cumplimiento inmediato del deseo material.
Su poesía está vinculada, en especial, en su últimas muestras, con la poesía que denuncia lo que he venido diciendo más arriba: poetas que denunciaron ese pacto no cumplido, los que no celebraron la fiesta en la oscuridad del poder; estoy hablando de poetas tan significativos como Diego Jesús Jiménez, al cual Pedro Casanova  debe cierta capacidad discursiva en el desarrollo de su texto y su disposición  en cuanto a la forma de acometer el verso, ese verso extenso de bella factura de Diego J. Jiménez de raíz barroca que mezcla y antepone elementos y conceptos y que podemos ver en el poeta jienense; así como la obra de Agustín Delgado, tan efectivo en su poesía de tintes expresionistas, directa, basándose en un correlato pictórico, rebelde poesía fauve,  ese poeta tan tristemente desconocido en la poética actual que tan falta está de referentes, que lucharon por un país un poco más libre desde la palabra como lo hicieran Aníbal Núñez, uno de los grandes poetas que desacralizan la realidad y la propia poesía y el discurso poético, como Jose-Miguel Ullán, o Vázquez Montalbán en Praga o Una educación sentimental, o el leonés A. Gamoneda cuya lección ha sido constante en diversas generaciones poéticas. Capaces de desvincular el discurso poético de un texto sumiso, porque Casanova entiende la poesía como una hermosa revolución en proceso y de ahí el bello texto contestatario que tenemos el gusto de ofrecerles a continuación en este lugar.

Joaquín Fabrellas

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