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La piedra escrita. Emilio Prados

Joaquín Fabrellas

Imagen de Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, dos miembros de la generación poética del 27. Fundadores de la revista Litoral.





La poesía de Emilio Prados es bastante desconocida para los lectores de poesía y también para los estudiantes de literatura de Bachillerato; sin embargo, es una poesía de una gran calidad y tiene una deuda definitiva con la poética de Juan Ramón Jiménez, el mismo que afirmaba que La voz a ti debida  de Pedro Salinas debía llamarse "La voz a mi debida"; sin duda, la influencia del onubense en los miembros de la generación del 27 está muy marcada, sobre todo en los dos poetas con una poesía más depurada: Jorge Guillén y Pedro Salinas. Autores ambos de una línea poética rehumanizadora ante tanta estética irracionalista, la estética que imperaba a principios del siglo XX y que ellos vieron, a través de Juan Ramón Jiménez como una amenaza a una poesía hecha por y para el hombre. El ser humano debe ser el centro de la poesía, bien desde el amor, la fuerza que lo sustenta, o bien, celebrando la perfección de lo creado para el disfrute del ser humano.

Ambos autores intentaron redirigir su poesía, que es la poesía del 27 en definitiva, entre la poesía pura, carente de adornos y la poesía humanizada o rehumanizada, ya que el otro gran guía espiritual de la generación del 27, Ortega y Gasset, había avisado del peligro de un arte solo para artistas, no ya para gloria y fortuna del arte, como lo habían hecho apenas unas décadas ates desde Francia con Gautier como abanderado, no, un arte solo para los artistas, un arte profesionalizado, no hecho para nadie: el artista no debe rendir cuentas ante nadie, solo ante su obra. Esa fue una de las líneas directrices de la nueva concepción artística, un arte que se desvincula de la mímesis tradicional que tenía como motivo la reproducción sistemática de la realidad. Ante tanto desmán deshumanizador, producto de las nuevas sociedades que reemplazan el lugar tradicional del arte por el entretenimiento en masa, la poesía de Salinas y Guillén se ofrecen como una vuelta a los orígenes del discurso poético.

Esta poesía rehumanizadora se entendió mal desde posiciones poéticas menos burguesas, de la mano de Neruda  y su manifiesto por una poesía impura en Caballo verde para la poesía que comenzó a publicarse en 1935 y en donde abogaba por una poesía que estuvies incluso manchada de comida si fuese necesario:

Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena, salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley.
Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos.

Posturas que no estaban tan alejadas entre algunos poetas del 27 y Pablo Neruda, pero el compromiso poético del chileno le llevó a un discurso algo más combativo que la postura de los poetas profesores del 27. La postura de Neruda, como la de los poetas del 27 defendían lo mismo: el hombre como inicio y fin del discurso poético.

Los del 27 sabían de los peligros de la tecnificación y la peligrosa separación del arte y el ser humano, como auténticos humanistas, sabían de la importancia de la educación integral del hombre, y habían asistido atónitos a la 1ª Gran Guerra como resultado de los vaivenes decimonónicos de viejos imperios que no sabían muy bien cómo jugar las cartas en el nuevo tablero europeo. Defensores de lo moderno y la modernidad, admiradores de la ciudad como nuevo espacio de consolidación de la colectividad moderna, pero teniendo siempre en cuenta que todo debería estar hecho a la medida del hombre, de ahí la crítica feroz de la ciudad de Nueva York en el poemario Diario de un poeta recién casado, objeto poético que años más tarde volvería a tratar Lorca en su seminal Poeta en Nueva York, la ciudad como elemento alienante, espacio para las desigualdades y la opresión de las minorías que tanto le recordarían a un dolorido Lorca a su pueblo gitano de su Andalucía natal. Defensores de lo moderno, sí, pero no a cualquier precio, y ahí el discurso de influencia surrealista que sirve para una crítica del estado de ánimo en el cual el hombre se desenvolvía a principios del novecientos, demasiados cambios en un tramo muy corto de tiempo, el hombre se siente abrumado y pierde la fe en los poderes tradicionales para acoger el trabajo y su mayor aportación, el dinero, que le servirá para inscribirse en una maraña autodestructiva de consumo desmedido que patrocinaría el desarrollismo liberal y que cristalizaría en la segunda guerra mundial. Los poetas del 27 avisaron desde sus obras años antes del colapso total.

Viendo estos parámetros generacionales podemos entender mejor la obra del malagueño Emilio Prados, La piedra escrita, una obra que se inscribe dentro de la poesía con un carácter marcadamente simbolista, todavía puede verse la innfluencia francesa a través de Machado, porque la importancia de la poesía de Machado consiste en el traspaso de la poesía francesa a la española, algo que los del 27 supieron mezclar con una gracia sin igual, debido a las lecturas oportunas de Mallarmé y Valéry, dicho sea de paso, así como otros muchos poetas franceses y belgas que no enumeraré por motivos de espacio. Bien, La piedra escrita de Prados es una buena muestra de una poesía de altísima calidad que alterna la preocupación por el destino del hombre mediante una serie de símbolos bien conocidos en la poesía española: la fuente, el jardín, el sliencio, los límites de la luz, la noche, que le sirven al poeta para preguntarse por los límites del hombre, límites de creación, límites de la existencia y los mal llevados planteamiento irresolubles del hombre y su lenguaje, la palabra como inicio de la poesía, pero también como creación humana, y , por tanto, imperfecta, que nos puede llevar a situaciones aún más difíciles de las que hemos partido o con difícil solución. Como diría Witgenstein, no existen los problemas, solo los problemas lingüísticos. Al fin y al cabo el hombre no se ha creado a sí mismo, por lo tanto los problemas a los que se acerca para desvelarlos, bien desde la ciencia, o bien desde la poesía, no son sino aproximaciones más o menos incorrectas, teorías que se reinterpretan a sí mismas, pero que no contienen la verdad en sí misma, ya que esta es inenarrable. Toda poesía es una aproximación a lo absoluto, no lo absoluto en sí mismo.

"Un pasado es un mito del futuro"


Muy interesante es la inclusión de los apéndices del propio autor que hizo mientras escribía los poemas, le da una profundidad de campo superior a la presentación tradicional del poemario exento; todo poemario nace de la profunda reflexión del poeta sobre temas fundamentales del ser humano. Estos apéndices contienen además gráficos y dibujos que posicionan al hombre frente a la naturaleza, verdadero objeto de la poesía de Prados y bocetos de cómo la Naturaleza percibe al hombre, auténtica declaración de intenciones de lo que he declarado anteriormente, el hombre debe ser el principio y el fin de la poesía, teniendo en cuenta lo que nos sustenta, lo natural, de donde procedemos y permaneceremos por siempre.

"La nieve ha presentado ante el silencio
una pregunta en majestad. Dos cumbres
-unidad en su historia-, la sostienen
en vilo- abierto abrazo el cielo en medio-,
mártir en cruz de lo incomuicado."

Lectura muy recomendable de este poeta, unos de los oficialmente olvidados de la extensa generación del 27. Auténtico placer estético de la lectura.


Referencias bibliográficas:

- La deshumanización del arte. José Ortega y Gasset.
- La rebelión de las masas. José Ortega y Gasset.
- La edad de Plata. José-Carlos Mainer.
- La piedra escrita. Emilio Prados.
- Caballo verde para la poesía. Pablo Neruda.
- Antología poética de Juan Ramón Jiménez.
- Antología poética de la generación del 27.


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