José-Miguel Ullán. Amor peninsular. Fragmento I.
me sucede que el tronco no obedece
a la furia mortal del hacha hermana
que la sangre no fluye por los brazos
ni retoñan palabras ni senderos
se dibujan en libre perspectiva
sobre el hierro candente de la castra
igualmente fenecen los racimos
los viñedos se pueblan de ataúdes
y harapienta la cáscara del mosto
nos derrumba la fe sin un escombro
sin el vínculo azul de la vendimia
sin el luto feliz de las campanas
(oh bodegas oscuramente humildes
con la sangre palpándose el fermento)
me sucede de pronto
amada mía
que las uñas se adhieren al sonido
al responso servil del que se nutren
plañideras y cirios y estandartes
insertados de bruces en la danza
donde el jefe golpea a lo divino.
me sucede que el tronco no obedece
a la furia mortal del hacha hermana
que la sangre no fluye por los brazos
ni retoñan palabras ni senderos
se dibujan en libre perspectiva
sobre el hierro candente de la castra
igualmente fenecen los racimos
los viñedos se pueblan de ataúdes
y harapienta la cáscara del mosto
nos derrumba la fe sin un escombro
sin el vínculo azul de la vendimia
sin el luto feliz de las campanas
(oh bodegas oscuramente humildes
con la sangre palpándose el fermento)
me sucede de pronto
amada mía
que las uñas se adhieren al sonido
al responso servil del que se nutren
plañideras y cirios y estandartes
insertados de bruces en la danza
donde el jefe golpea a lo divino.
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