XII, de Manuel Lombardo Duro, en Bajo soles de hilo, Jaén, 1982.
Amo su hierática silueta egipcia,
el resplandor de sus mandíbulas plateadas,
sus besos metálicos, distantes,
el ojo ciclópeo de su fina garganta
por donde se divisa
un universo pestilente y comprimido.
Quizá un día pierda la compostura
y os relate sin pudor,
cómo por el asedio de lo útil
llegué a enamorarme sin remedio
de una encantadora llave inglesa.
Ah, si os contase
los calentones de tripas que me daba.
Amo su hierática silueta egipcia,
el resplandor de sus mandíbulas plateadas,
sus besos metálicos, distantes,
el ojo ciclópeo de su fina garganta
por donde se divisa
un universo pestilente y comprimido.
Quizá un día pierda la compostura
y os relate sin pudor,
cómo por el asedio de lo útil
llegué a enamorarme sin remedio
de una encantadora llave inglesa.
Ah, si os contase
los calentones de tripas que me daba.
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